martes, 21 de febrero de 2012

Bachillerato contra "la ESO".

Tiene razón  Fernández Enguita al afirmar, en su blog, que crece el Bachillerato a costa de la ESO; esa es la propuesta del ministro Wert: un año más de Bachillerato, frente a un año menos en la ESO. También estoy de acuerdo en el uso del lenguaje por parte del ministro: solo hablan de aumentar el Bachillerato para disminuir el fracaso escolar y mejorar la preparación para la Universidad. 

Todo positivo, sí; pero la contra: ¿por qué, al disminuir un año la ESO, va a bajar el fracaso escolar, que hoy representa que cuatro de cada diez alumnos dejan los estudios en 4º de la ESO? ¿Por qué va a mejorar la preparación para la Universidad por dedicar un año más al Bachillerato? Estoy preguntado por qué, y también se debería preguntar cómo. La alternativa de Fernández Enguita es dejar la ESO en cuatro años, y sumar uno al Bachillerato, rehabilitando el Preuniversitario o el Curso de Orientación Universitaria. Entre paréntesis; ¡manía de usar otras palabras para designar lo mismo! No está mal.

Pero. El Preuniversitario fue hijo de las reválidas de 4º y 6º de Bachillerato, sin incrementar los años de escolaridad. Se concluía el Bachillerato con 17 años, igual que el sistema anterior de siete años seguidos de bachillerato. El Curso de Orientación Universitaria fue hijo de la Ley de 1970, que añadió un año más a la escolaridad, cumpliendo 18 años al concluir COU; ¿por qué?, pues, según tengo oído, porque lo exigió el Banco Mundial para prestar mil millones de pesetas, de 1970, y financiar así la reforma. También exigía el Banco Mundial modificar el calendario escolar, acomodándolo al resto de Europa del norte, y Villa Elízaga y otros directivos del ministerio de Villar Palasí se llevaron de viaje a los funcionarios del BM, en julio, a Linares y no necesitaron preguntar si se podía dar clase a más de 40º.

Si se optara ahora por añadir un curso más al Bachillerato, dejando en cuatro la ESO, la escolaridad, camino de la Universidad, concluiría a los 19 años. Sería una manera de imitar a muchos estudiantes alemanes que se toman un año sabático entre la enseñanza media y la universitaria. Sería una manera de ir ampliando los años de sistema escolar, e ir restando personas en el paro, e ir retrasando aún más la incorporación a la vida adulta (laboral) de una buena parte de los jóvenes. Y surge de nuevo la pregunta: ¿por qué y cómo una año más de escolaridad va a mejorar los resultados? ¿Y qué resultados se espera mejorar?.

De no ser serio el asunto, y más dejado caer en el vacío sin precisar absolutamente nada sus lindes y condiciones, y valga como ironía agria, lo podríamos comparar con el crecimiento del número de equipos de fútbol en la primera división de dieciséis a veinte en dos tacadas, para evitar que equipos con "historia" y deudas descendieran a segunda división. ¿O se hizo para que hubiera más partidos de primera división y aumentar el pastel a repartir?.

Una vez que el ministro Wert ha disparado la flecha, a ver quien la para en el aire antes de que llegue al panel que tiene la diana; ni siquiera sabemos si llegará a ese panel, ni siquiera sabemos si dará en la diana, ni siquiera sabemos si dará en el centro de la diana. Ha disparado dos flechas; la segunda es la promesa, una vez más, de "mejorar la Formación Profesional"; no sé, por descuido mío, si el Profesor Acero, después de tantos años de bramar en favor de la FP podrá verlo, porque ni siquiera sé si vive, y qué opinión tiene o tendría sobre esta promesa, una más. La Ley del 70 pretendía, según coincidieron varios sociólogos, dotar a la economía española de mano de obra especializada o mejor preparada en aquel mundo de los planes desarrollo; el sucesor de Villar Palasí, el ministro Cruz Martínez Esteruelas acabó con ella, seguramente por la excusa de siempre: falta de dotación presupuestaria para la reforma; argumento cierto. También la LODE y LOGSE pretendían mejorar la Formación Profesional, y en esas andamos a cuestas.

Todo esto son cotilleos más o menos históricos. ¿Qué se hace hoy con el sistema educativo español, entero, hasta la Universidad? Una curiosidad más; siendo Rajoy ministro de educación con Aznar, no recuerdo si en el primer o segundo mandato, se promovió desde el ministerio, con el ministro a la cabeza, un congreso o symposion o no sé qué nombre le dieron, en el Palacio de Congresos de Madrid (Pº. de la Castellana) sobre la enseñanza secundaria obligatoria, situación de entonces y propuestas de mejora; se publicó un libro con las ponencia y las actas; nada más hubo. Sí, un anécdota; el ministro Rajoy debía clausurar el congreso, como debe ser; en el descanso de la mañana, antes de la clausura, nos pidieron a los congresistas brevedad en el café y la charla, por respeto al ministro y a las personas que debían viajar fuera de Madrid; era domingo; el ministro se retrasó, si no recuerdo mal, más de media hora por atender a los periodistas; excusa que, una azafata fue repitiendo cada cinco minutos desde la mesa de presidencia, vacía; cuando apareció el ministro Rajoy declaró inaugurado el Congreso. Muchos nos levantamos y nos fuimos; prefirió a los periodistas y ni siquiera sabía a qué venía.

Enuncio, cuando menos, mi postura, después de disparar a diestro y siniestro. No se toque la estructura de sistema escolar, ni su distribución por etapas según edades; porque como defiende Víctor Pérez, nada ha cambiado estructuralmente en el sistema educativo español desde la Ley Moyano. Modifiquemos sobre la estructura, ya que está de moda la rehabilitación de casi todo; y hagámoslo por la misma razón que la rehabilitación de viviendas, porque, si nos creemos lo que dicen, no hay un euro para nada. ¿Qué podemos modificar? Por orden de urgencia: reducir los programas drásticamente, dejándolos, no en mantillas, sino con lo fundamental, para da tiempo a asimilar, a que los profesores puedan extender el tiempo de aprendizaje de sus alumnos. ¿Por qué? Pues porque non multa, sed multum; ¿a qué edad nos hemos enterado los mayores de veinte años qué es de verdad eso de la "agregación" o la "distribución proporcional". Segundo: simplificar el sistema de evaluación, de calificación (¡seamos serios!), de los alumnos; no tiene sentido llamar de un forma distinta a una realidad que ni los profesores, ni los alumnos, ni los padres han cambiado; solo las palabras se han modificado, no la realidad. Tercero: hay que conseguir el furor legislativo de todos los ministerios de educación, que yo sepa, desde Lora Tamayo, y que no se les deje improvisar. Cuarto: de una vez por todas, autonomía para los centros y sus claustros; ¿no se desregula todo, no se liberaliza todo? ¿Por qué todo, y siempre, desde hace unos treinta o cuarenta años, y nunca el sistema escolar? Con estas cuatro medidas, fáciles, no duras y difíciles como las laborales y económicas, a lo mejor empezamos a andar de pie, y no a las cuatro patas buscando por el suelo no sé qué piedra filosofal que lo arregle todo de un plumazo.




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