El Claustro de un colegio en el que se imparte Infantil, Primaria, Educación Secundaria Obligatoria y Educación Secundaria no obligatoria (Bachillerato), por ejemplo, debe procurar formación académica (enseñar) y mantener conductas en todo el ámbito del colegio acordes con el Proyecto Educativo y con la totalidad de derechos (individuales, sociales, políticos y económicos) que hemos sabido darnos desde la revolución francesa (educar). Sí, enseñar y educar.
Para conseguir que en ese colegio, o en cualquier otro, el hecho de enseñar está vigente en la realidad, el Claustro debe de estar compuesto por profesores doctos en su materia; tienen que saber, en todo el sentido de la palabra, y a fondo, la materia, asignatura o área de conocimiento que imparten a sus alumnos. Lo primero, por tanto, es que los profesores sepan; no es cierto que lo importante es que sepan enseñar; es una obviedad, sí, pero no debe dejarse pasar por alto o por abajo en un clima en el que, desde la pedagogía, se insiste en saber enseñar. Mi experiencia, y mi convicción, es que un profesor que sabe (saborea) la materia que tiene que enseñar a sus alumnos, es seguro que conseguirá que sus alumnos aprendan. Esta es la definición de enseñar: que los alumnos aprendan. El binomio enseñar/aprender es separable únicamente en el orden de las ideas, para poderlo analizar; en la realidad del aula no puede existir un término del binomio sin que, a la vez, en el mismo momento, se dé, exista, la otra parte del mismo binomio. La realidad de enseñar/aprender es ese momento (que puede durar minutos, días, semanas, años) en el que las mentes de los alumnos y la del profesor confluyen en la luz de la comprensión y de la comprehensión.
La elección de profesores es, por tanto, una tarea básica del equipo directivo de un colegio. El primer criterio de e elección: que sepan. En segundo lugar, aceptando que el "trabajo en equipo" es una utopía hacia cuyo horizonte se puede estar trabajando toda una vida sin llegar a la realidad, es importante elegir profesores que puedan encajar en el equipo o equipos de trabajo que ya existen; es importante que las ilusiones, los sueños y la práctica docente de un profesor elegible para formar parte de un Claustro existente, estén en la misma onda de emisión que el grupo del que formará parte.
La formación de un Claustro es tarea de calado, y duradera en el tiempo. Porque la integración de un nuevo profesor requiere dedicación, para que llegue a integrar las formas de hacer implantadas, los acuerdos pedagógicos alcanzados tras debate, y las procuras de fondo que el colegio pretende. Puedo dar un cálculo aproximado; si la elección fue acertada, esta tarea de integración puede necesitar de un par de años.
La existencia real, no solo formal, de un Claustro está directamente condicionada por las competencias reales asignadas, por la real asunción de las mismas en la vida del Claustro, y por la asunción activa por parte del equipo directivo de las decisiones del Claustro. No parece posible hoy que un Claustro pueda trabajar en equipo en sesiones con asistencia de todos los profesores que lo componen; se impone el fraccionamiento del Claustro en equipos de trabajo, cuya constitución debe acomodar a las materias que se imparten. En estos seminarios, departamentos, o como se les quiera llamar, vuelven a regir los mismos principios que para el Claustro.
Hay que contar, para que todo fluya de forma adulta, razonable y eficaz, con el buen sentido de todos y cada uno de los profesores del Claustro. Trabajar en equipo tiene sus tiempos y sus condiciones; y la primera condición es que todos y cada uno de los miembros de un seminario o del Claustro al completo, disponga de toda la información necesaria; y a ella se accede a través de la información que fluye de hecho en todas direcciones, y de la información que cada uno se procura solicitándola. El segundo escalón en el ascenso hacia el trabajo en equipo, es la participación activa en el grupo, y el tercero, la asunción y cumplimiento de los acuerdos adoptados por mayoría. Cabe en todo el proceso el debate, la disensión, el acuerdo, y el voto divergente explicado y aceptado por el resto del equipo en la realidad de la vida colegial.
Este planteamiento precipita, casi inevitablemente, un Claustro en paz, activo, comprometido con su labor, y en el que el respeto por el trabajo de los demás casi está garantizado al cien por cien.
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