Transcribo la ponencia, que con el título "Profesorado. Formación inicial y pedagógica, presenté en el congreso sobre la Educación Secundaria Obligatoria, organizado por el MInisterio de Rajoy, en el segundo mandato de Aznar, y publicada por el Ministerio de Educación y Ciencia, Secretaria General Técnica, Centro de publicaciones, Madrid, 2000, páginas de 295 a 298, con el título La ESO a debate. Situación actual y perspectivas. Lo transcribo porque, salvo matices, que puedo indicar en la transcripción, estoy de acuerdo con lo que en él se defiende. Para no complicar la lectura, seguiré con la misma tipografía, pero más pequeña.
1. ¿Cómo debe ser un Profesor?
Las respuestas que se pueden encontrar ne la literatura estudiosa del tema alcanzan tan altas cotas de idealismo que podríamos tildarlas de utópicas. Entre las más discretas, puede valernos de ejemplo en esta ocasión, la siguiente:
"Los profesores necesitan una formación general de alto nivel tanto para profundizar en su conocimiento de las materias que imparten, como para incrementar su capacidad de adquirir habilidades profesionales complejas.También deben desarrollar su capacidad de analizar procesos pedagógicos u maestría para poder satisface las necesidades educativas de una población heterogénea". (EURYDICE, 1997).
El resaltado de algunas palabras, mediante negritas, es responsabilidad mía, muestra las expectativas que debe cumplir cualquier profesor,o, por el contrario, ¿se refiere el texto citado al profesor ideal?;e oarece necesario, si queremos avanzar, bajar desde este idealismo utópico a la realidad. Seguramente coincidiremos en que la realidad docente y educativa es bastante más gris, y manifiesta constantemente claroscuros. Un planteamiento de mejora de la formación inicial y pedagógica del profesorado debe partir de la realidad, si pretende ser eficaz, quedando el ideal como horizonte al que tender.(Comento hoy: sería mejor dejar en el olvido los sueños, por llamarles de alguna manera, de muchas publicaciones de entonces y de hoy).
La realidad docente que percibo se resume, con tintes caricaturescos y polémicos, en que es fácil reclutar Profesores de secundaria con muy buena formación académica y científica en su especialidad. Resulta más difícil encontrar profesores con interés profesional en actualizar sus conocimientos científicos. Hay, por último, que rebuscar mucho para encontrar licenciados con buenos fundamentos y práctica pedagógica y didáctica.
Por otra parte, las descripciones del buen profesor, al igual que el delimitado marco del título de esta ponencia, olvida, me parece, la materia que debe sustentar todo este cúmulo de cualidades y virtudes.
2. ¿Qué estamos olvidando?
Sin un Profesor de secundaria es además educador, y lo será, aunque no lo pretenda, por sus conductas y actitudes dentro del aula como actor ante los alumnos, antes de que conozca en profundidad un área científica, es necesario que sea "persona" con un adecuado desarrollo psicológico y humano. La preocupación por este ámbito personal nunca me ha abandonado, pero siempre me ha resultado muy complejo llegar a formulaciones sintéticas y comprensibles. (Añado hoy: y razonables).
Hace un par de años el prof. García Garrido me llevó de la mano al reencuentro de una página, casi la última del apéndice del libro de Camus, El primer hombre.La carta que escribe Camus el 19 de noviembre de 1957 a su maestro de primaria en Argel, tras la consecución del Premio Nobel, contiene una óptima descripción (hoy, diría definición) de lo que debe ser un buen profesor: "(...)sin usted, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de esto. (...) y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo, y el corazón generoso que usted puso en ello (...)".
Podemos concluir que el maestro, Mn. Germain, tiene una buena formación inicial, porque enseña, y una buena formación pedagógica y didáctica, porque da ejemplo, trabaja, se esfuerza y es generoso de corazón. También sería acertado afirmar que dicho maestro fue una persona de cuerpo entero, que no solo enseñó a su alumno conocimientos académicos.
3. Profesor es quien sabe y sabe enseñar.
Con toda la potencia de los focos sobre el decorado que acabo de describir, podemos aceptar la definición de profesor que citaba al inicio, y también la más vulgar que titula este epígrafe; entre el título de la ponencia y el de este epígrafe no existe diferencia conceptual alguna.
Formación inicial.
No es infrecuente todavía oír expresiones del siguiente tenor: "prefiero un profesor que sepa enseñar a uno que sepa". Todos entendemos lo que estas expresiones pretenden decir, pero hay que desmontarlas, porque una enseñanza de alta calidad requiere, ante todo, un conocimiento avanzado de la materia que se enseña. Tal grado de conocimiento está admitido como fundamental en todos los países de nuestro entorno, incluida España, puesto que, casi unánimemente, la formación inicial del profesorado de Secundaria se encomienda a la Universidad.
Dentro del marco de esta formación inicial avanzada sería importante que el futuro profesor adquiriese también conocimientos epistemológicos de la materia, y, por qué no, conocimientos de la historia de la esa misma ciencia. La epistemología de la Historia, de la Matemática, etc. permite a cada Seminario Didáctico establecer una programación de la signatura coherente, y con la proyección suficiente hacia nuevos conocimientos. El conocimiento del desarrollo histórico de un área científica posibilitará la transmisión a los alumnos del profundo contenido humano del progreso científico.
Formación pedagógica.
Si u profesor debe responder a las expectativas de la cita inicial no le bastará con formación pedagógica, salvo que entendamos este término en un sentido muy amplio y omnicomprensivo (hoy, diría "omnocomprehensivo"). Por lo menos eso se deriva de la literatura científica sobre el tema, porque debería abarcar: filosofía de la educación, psicología de la adolescencia, teoría(s) del aprendizaje, didáctica, recursos tecnológicos, sistema de autoevaluación y de evaluación, etc.
Esta formación pedagógica debe contemplarse desde una doble perspectiva. La primera vuelve a ser teórica; se requiere adquirir un esquema teórico-científico. La segunda es práctica, porque hay que llegar a saber hacer en la realidad. No tendría sentido un conocimiento pedagógico que no llega a la acción; o, lo que es lo mismo, el actuar; el enseñar, en este caso, debe estar regido por unos conocimientos científicos que sustenten la acción docente y educativa.
En estos momentos en que el aprendizaje significativo es casi un término talismán en el sector educativo español, debo afirmar que toda esta formación pedagógica ten solo tendrá lugar de forma duradera si el profesor-alumno resuelve problemas significativos mediante su aprendizaje; en la medida en que el aprendizaje del futuro profesor de Secundaria sea solo un objetivo en si mismo, porque, por ejemplo, hay que aprobar un examen, no influirá en el campo de la conducta; no modificará ni mejorará, por tanto, la práctica docente y educativa. Desde esta perspectiva cobre relieve la figura del tutor para el futuro profesor en su periodo de prácticas, y colatreralmente, la transcendencia de la elección de ese tutor. Los que atendemos a alumnos en prácticas sobemos el alto grado de aleatoriedad e imprevisión que rodean a estas prácticas en España.
Los elementos psicológicos y pedagógicos de la formación del futuro profesor no solo deben servir para que sus clases estén mejor planteadas, sino también para que él, como persona, también siga creciendo y acabándose de hacer, a lo largo de toda su vida profesional; y no me refiero todavía a la formación durante el desempeño profesional, me refiero, de nuevo, a la visión de Camus.
4. Futuro de la formación del profesor de Secundaria.ç
Se ha llegado a calificar a la educación secundaria como el pivote del sistema educativo, luego es congruente que preocupe la formación del profesor de dicha etapa educativa. Hemos repasado los componentes de dicha formación, tanto la inicial como la pedagógica y didáctica. ¿Existe algún modelo que rija su realización? Una rápida revisión de los sistemas de formación vigentes en España y en nuestro entorno nos informa de que existen, básicamente, dos esquemas para llevar a cabo la formación pedagógica y práctica del profesor; el concurrente, al mismo tiempo que la formación general o inicial, y el consecutivo, tras completar la formación inicial. Esta misma revisión nos dice que en los dieciocho países de la UE y la AELC, dichos modelos se reparten al cincuenta por cien.
También es conocido que en la mayoría de estos países está en revisión el sistema existente de formación del Profesor de Secundaria. Son muy conocidos los casos de la Gran Bretaña y los Países Bajos, porque están en la prensa diaria. Quizás se conozca menos el caso de Alemania, en donde tienen sobre la mesa la elaboración de nuevos programas de formación inicial, afectando incluso a la estructura de la formación inicial; y pretenden ir un poco más allá para organizar de forma novedosa, y con proyección de futuro a largo plazo, la interrelación entre las tres etapas formativas del profesor: inicial, pedagógica y continuada. En España hemos vivido un crecimiento exponencial del esfuerzo formativo a través de cursos, jornadas y seminarios; pero, en mi opinión, este esfuerzo se ha dirigido, sobre todo, al profesor en activo, y poco se ha hecho en formación inicial.
Qué modelo se elija entre los dos existentes creo que es mucho menos relevante, en cuanto al resultado formativo, que el hecho de que se cumplan las condiciones que he expuesto. Sin embargo, conviene advertir que la elección de un modelo u otro afecta al itinerario de acceso a la profesión docente. En el modelo consecutivo este acceso resulta ser, o puede resultar ser, una decisión posterior a la formación inicial (licenciatura universitaria), luego no se cursó con la finalidad última de ser profesor; es necesario añadir a dicha formación general la específica en elementos pedagógicos, didácticos y de práctica docente. En el modelo concurrente la decisión personal de llegar a ser profesor es una realidad desde el inicio de la formación, y se compaginan en el tiempo todos los elementos formativos, contando todo el proceso con una intencionalidad directamente relacionada con el ejercicio del magisterio.
5. Interrogantes finales.
Entre las preguntas que un profesor de secundaria puede plantearse en el ejercicio de su profesión, recojo tres que, a mi entender, compendian la problemática de esta ponencia:
- ¿Enseño una asignatura, una materia, un área, o una ciencia?
- ¿Puedo llegar a ser mejor que la sociedad que me rodea?
- ¿Puedo hacer algo en vez de los padres de mis alumnos?
La realidad docente que percibo se resume, con tintes caricaturescos y polémicos, en que es fácil reclutar Profesores de secundaria con muy buena formación académica y científica en su especialidad. Resulta más difícil encontrar profesores con interés profesional en actualizar sus conocimientos científicos. Hay, por último, que rebuscar mucho para encontrar licenciados con buenos fundamentos y práctica pedagógica y didáctica.
Por otra parte, las descripciones del buen profesor, al igual que el delimitado marco del título de esta ponencia, olvida, me parece, la materia que debe sustentar todo este cúmulo de cualidades y virtudes.
2. ¿Qué estamos olvidando?
Sin un Profesor de secundaria es además educador, y lo será, aunque no lo pretenda, por sus conductas y actitudes dentro del aula como actor ante los alumnos, antes de que conozca en profundidad un área científica, es necesario que sea "persona" con un adecuado desarrollo psicológico y humano. La preocupación por este ámbito personal nunca me ha abandonado, pero siempre me ha resultado muy complejo llegar a formulaciones sintéticas y comprensibles. (Añado hoy: y razonables).
Hace un par de años el prof. García Garrido me llevó de la mano al reencuentro de una página, casi la última del apéndice del libro de Camus, El primer hombre.La carta que escribe Camus el 19 de noviembre de 1957 a su maestro de primaria en Argel, tras la consecución del Premio Nobel, contiene una óptima descripción (hoy, diría definición) de lo que debe ser un buen profesor: "(...)sin usted, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de esto. (...) y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo, y el corazón generoso que usted puso en ello (...)".
Podemos concluir que el maestro, Mn. Germain, tiene una buena formación inicial, porque enseña, y una buena formación pedagógica y didáctica, porque da ejemplo, trabaja, se esfuerza y es generoso de corazón. También sería acertado afirmar que dicho maestro fue una persona de cuerpo entero, que no solo enseñó a su alumno conocimientos académicos.
3. Profesor es quien sabe y sabe enseñar.
Con toda la potencia de los focos sobre el decorado que acabo de describir, podemos aceptar la definición de profesor que citaba al inicio, y también la más vulgar que titula este epígrafe; entre el título de la ponencia y el de este epígrafe no existe diferencia conceptual alguna.
Formación inicial.
No es infrecuente todavía oír expresiones del siguiente tenor: "prefiero un profesor que sepa enseñar a uno que sepa". Todos entendemos lo que estas expresiones pretenden decir, pero hay que desmontarlas, porque una enseñanza de alta calidad requiere, ante todo, un conocimiento avanzado de la materia que se enseña. Tal grado de conocimiento está admitido como fundamental en todos los países de nuestro entorno, incluida España, puesto que, casi unánimemente, la formación inicial del profesorado de Secundaria se encomienda a la Universidad.
Dentro del marco de esta formación inicial avanzada sería importante que el futuro profesor adquiriese también conocimientos epistemológicos de la materia, y, por qué no, conocimientos de la historia de la esa misma ciencia. La epistemología de la Historia, de la Matemática, etc. permite a cada Seminario Didáctico establecer una programación de la signatura coherente, y con la proyección suficiente hacia nuevos conocimientos. El conocimiento del desarrollo histórico de un área científica posibilitará la transmisión a los alumnos del profundo contenido humano del progreso científico.
Formación pedagógica.
Si u profesor debe responder a las expectativas de la cita inicial no le bastará con formación pedagógica, salvo que entendamos este término en un sentido muy amplio y omnicomprensivo (hoy, diría "omnocomprehensivo"). Por lo menos eso se deriva de la literatura científica sobre el tema, porque debería abarcar: filosofía de la educación, psicología de la adolescencia, teoría(s) del aprendizaje, didáctica, recursos tecnológicos, sistema de autoevaluación y de evaluación, etc.
Esta formación pedagógica debe contemplarse desde una doble perspectiva. La primera vuelve a ser teórica; se requiere adquirir un esquema teórico-científico. La segunda es práctica, porque hay que llegar a saber hacer en la realidad. No tendría sentido un conocimiento pedagógico que no llega a la acción; o, lo que es lo mismo, el actuar; el enseñar, en este caso, debe estar regido por unos conocimientos científicos que sustenten la acción docente y educativa.
En estos momentos en que el aprendizaje significativo es casi un término talismán en el sector educativo español, debo afirmar que toda esta formación pedagógica ten solo tendrá lugar de forma duradera si el profesor-alumno resuelve problemas significativos mediante su aprendizaje; en la medida en que el aprendizaje del futuro profesor de Secundaria sea solo un objetivo en si mismo, porque, por ejemplo, hay que aprobar un examen, no influirá en el campo de la conducta; no modificará ni mejorará, por tanto, la práctica docente y educativa. Desde esta perspectiva cobre relieve la figura del tutor para el futuro profesor en su periodo de prácticas, y colatreralmente, la transcendencia de la elección de ese tutor. Los que atendemos a alumnos en prácticas sobemos el alto grado de aleatoriedad e imprevisión que rodean a estas prácticas en España.
Los elementos psicológicos y pedagógicos de la formación del futuro profesor no solo deben servir para que sus clases estén mejor planteadas, sino también para que él, como persona, también siga creciendo y acabándose de hacer, a lo largo de toda su vida profesional; y no me refiero todavía a la formación durante el desempeño profesional, me refiero, de nuevo, a la visión de Camus.
4. Futuro de la formación del profesor de Secundaria.ç
Se ha llegado a calificar a la educación secundaria como el pivote del sistema educativo, luego es congruente que preocupe la formación del profesor de dicha etapa educativa. Hemos repasado los componentes de dicha formación, tanto la inicial como la pedagógica y didáctica. ¿Existe algún modelo que rija su realización? Una rápida revisión de los sistemas de formación vigentes en España y en nuestro entorno nos informa de que existen, básicamente, dos esquemas para llevar a cabo la formación pedagógica y práctica del profesor; el concurrente, al mismo tiempo que la formación general o inicial, y el consecutivo, tras completar la formación inicial. Esta misma revisión nos dice que en los dieciocho países de la UE y la AELC, dichos modelos se reparten al cincuenta por cien.
También es conocido que en la mayoría de estos países está en revisión el sistema existente de formación del Profesor de Secundaria. Son muy conocidos los casos de la Gran Bretaña y los Países Bajos, porque están en la prensa diaria. Quizás se conozca menos el caso de Alemania, en donde tienen sobre la mesa la elaboración de nuevos programas de formación inicial, afectando incluso a la estructura de la formación inicial; y pretenden ir un poco más allá para organizar de forma novedosa, y con proyección de futuro a largo plazo, la interrelación entre las tres etapas formativas del profesor: inicial, pedagógica y continuada. En España hemos vivido un crecimiento exponencial del esfuerzo formativo a través de cursos, jornadas y seminarios; pero, en mi opinión, este esfuerzo se ha dirigido, sobre todo, al profesor en activo, y poco se ha hecho en formación inicial.
Qué modelo se elija entre los dos existentes creo que es mucho menos relevante, en cuanto al resultado formativo, que el hecho de que se cumplan las condiciones que he expuesto. Sin embargo, conviene advertir que la elección de un modelo u otro afecta al itinerario de acceso a la profesión docente. En el modelo consecutivo este acceso resulta ser, o puede resultar ser, una decisión posterior a la formación inicial (licenciatura universitaria), luego no se cursó con la finalidad última de ser profesor; es necesario añadir a dicha formación general la específica en elementos pedagógicos, didácticos y de práctica docente. En el modelo concurrente la decisión personal de llegar a ser profesor es una realidad desde el inicio de la formación, y se compaginan en el tiempo todos los elementos formativos, contando todo el proceso con una intencionalidad directamente relacionada con el ejercicio del magisterio.
5. Interrogantes finales.
Entre las preguntas que un profesor de secundaria puede plantearse en el ejercicio de su profesión, recojo tres que, a mi entender, compendian la problemática de esta ponencia:
- ¿Enseño una asignatura, una materia, un área, o una ciencia?
- ¿Puedo llegar a ser mejor que la sociedad que me rodea?
- ¿Puedo hacer algo en vez de los padres de mis alumnos?