viernes, 13 de enero de 2012

¿Revolución?




Cuentan de un sabio que, preocupado con los problemas del mundo, pasaba horas y horas encerrado, pensando en cómo solucionarlo.
Un día su hijo de siete años, aprovechando la puerta abierta…entró a su despacho: una pregunta sucedía a otra… y ninguna podía quedar sin respuesta… El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible, pensó en algo que pudiese distraer su atención y le dejara tranquilo. Por fin encontró la solución. En una revista, a doble hoja, aparecía un mapa del mundo. Llamó al niño a su mesa y con unas tijeras recortó el mapa en pedacitos. Luego le dio un papel grande, pegamento, y le dijo: Aquí tienes un puzzle gigante. A ver si eres capaz de recomponer “este mundo” sin ayuda de nadie.
Pensó haber dado con la solución para tener la mañana tranquila, pero no fue así. Pasada una hora oyó al niño que le llamaba tranquilamente: -Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no creyó al niño. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones  con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Pero para su sorpresa el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? –Hijito tú no sabías cómo es el mundo ¿cómo lo lograste?
-Papá, respondió el niño, yo no sabía  cómo era el mundo pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo vi que del otro lado estaba la figura de un hombre, así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.

(Gabriel García Márquez. Transcrito del Boletín del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, nº 155, mayo del 2004, pág. 1. ).

Este cuento que es posible que resulte reconfortante a los que, siendo mayores, nos coge a contrapie, no es toda la película, como dice mi amigo, al que sus alumnos llaman maestro en el sentido original de la palabra, no porque haya estudiado "magisterio"; dice mi amigo que al cuento le falta el cambio de estructuras. Las dos cosas son necesarias: cambiar, arreglar (¿con qué criterios?) al hombre y, también, cambiar, arreglar (¿con qué criterios?), las estructuras. 

La revolución que se encargó al sistema escolar: hacer progresar la sociedad y de paso también progresarían las personas, se olvidó de que deben hacerse las dos cosas a la vez. Luego, bajamos el PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades) como le llamó el franquismo, en una traducción libre del principio de igualdad de oportunidades, también abreviado en PIO. Luego bajamos a la equidad del sistema escolar; nos olvidamos de la revolución social creada y empujada desde la escuela, de la igualdad, de la equidad, y vamos "ahorita mismo" por las consecuencias económicas de un sistema escolar obligatorio que mejora la posición económica de cada persona e incrementa el PIB de un país razón de un 9% por años de escolaridad obligatorio que cursen ¿todos?, ¿cuántos?, ¿la mayoría?


¿El solito, el sistema educativo, ya elevado a educativo, no solo escolar, puede de verdad alcanzar alguno de estos objetivos soñados que determinan legislación muy sesuda? No debe ser tan sesuda si cuando cambia el signo político del gobierno de cualquier, casi, país hay que reformar el sistema educativo, ya no escolar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario