El mensaje que mi cerebro, o mi autoconciencia, me he ido enviando durante muchos años ha sido que yo no soy militante de nada ni de nadie, sean personas, ideas o grupos organizados; así me he considerado más libre para pensar, opinar y expresar; algo de asocial tenía mi creencia, sí; o por lo menos de excepción, que es una cómoda manera de sentirse especial, como si así se pudiera sobresalir por encima del rasero de las "medias", que necesariamente igualan a todos, destrozando el derecho a sentirse único y exclusivo. Algunos me han tildado de orgulloso, otros de ser aburrido, unos pocos, muy pocos por cierto según mi parecer, destilar muy mala leche, e incluso de ser brusco. Quizás por estar al margen de cualquier militancia, que debe de molestar bastante, a tenor de las reacciones que produce.
Hete aquí que hace unos dos años, harto de guardar silencios para no perder la libertad, me sublevé contra los corruptos, contra todos los corruptos. Sigo siendo libre porque nadie me ha hecho caso; no ha descendido el número de corruptos. Pero estoy decidido a seguir siendo militante de esta campaña contra los corruptos; sobre todo porque rompen la convivencia pacífica con los iguales y con los desconocidos, pero que conviven conmigo necesariamente al estar vivos en los mismos años.
Me declaro, además militante contra las religiones, todas las posibles, y también las venideras, porque niegan la libertad de las conciencias, sojuzgan las ansias personales y sociales, niegan la evidencia de la muerte como punto final individual, y acaparan todo lo que pueden, aunque sean cosas sin valor, por si alguna vez llegan a tenerlo; y pueden construirse así porque se consideran, sino eternas, por lo menos inmortales.
Militante también contra los que crean las desigualdades, la desigualdad, en los entresijos de la sociedad, destruyendo la radical y mísera igualdad de todos ante todos. La ética humana, para distinguirla de la moral religiosa o divina (¡vaya aspiración de las religiones!), solo tiene una justificación, fundamento y contenido, que no es otro que la "mera existencia de otros iguales que yo".
Total, que he pasado de no militar, a ser militante irredento contra, y me gustaría no ser "contra", pero no encuentro otra forma de expresarme, los corruptos, los detentadores de las verdades religiosas, y contra los creadores conscientes de la desigualdad entre unos y otros.
Al final de esta declaración no tengo más remedio que confesar una pregunta que me ha asaltado continuamente: ¿para qué sirve ser militante?, y que esta mi declaración de militante no contesta.
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