jueves, 17 de diciembre de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (7)

He olvidado datos y nombres, y éstos, en caso de recordarlos, no lo haría públicos. A  la esencia. El ministerio Maravall montó un equipo para estudiar y mejorar la formación de los profesores; al cabo de unos meses trabajando bajo las instrucciones del ministro, acordaron ir a hablar con el mandamás para aclarar finalidades y modos de mejorar el profesorado. En resumen, plantearon que había que reformar las facultades, dar formación específica a quienes optaran por ser profesores, ir retirando los profesores de la pública en activo que no valían, etc.; el mandamás preguntó por el plazo de tiempo necesario para llevar acabo sus ideas: veinte años, fue la respuesta. El mandamás contestó: no tengo ese plazo, solo tres años y medio. No se hizo nada en serio. Supongamos que hubiera sido el mandamás alguien con arrestos para plantar sus reales en la política, incluso jugándose el puesto; hoy, bueno hace bastantes años, que la enseñanza pública y privada disfrutaría de unos claustros dignos, eficientes, eficaces, honrados y con ganas de hacer su trabajo. No se hizo, y así estamos, todavía dándole vueltas al molino sin conseguir ni gota de agua.

Una de las piezas importantes, en 1983 más o menos, era la evaluación de los profesores. No tengo ya papeles y he olvidado cómo la proponían. Pero sí recuerdo, y guardo papeles, el modo de valorar a los profesores que hice brotar en el colegio que dirigía. En primer lugar, si la evaluación es individual y con repercusión en salario, será imposible cohesionar un claustro que haga su trabajo (no solo que trabaje) participando de los éxitos de los demás, y ayudando en los fracasos. La evaluación individual debe servir para que cada uno mejore un poquito cada año. ¿Gratis? En absoluto; no conozco a nadie que trabaje por cuenta ajena sin esperar un salario acorde con su rendimiento. Más; si se pretende que cada claustro sea un equipo que vele por el funcionamiento del colegio (lo de "centro" pueden ser muchas cosas, entre otras, "centro de trabajo"), las diferencias salariales individuales llevarán, inexorablemente, al trabajo individual, exaltando los propios éxitos y minusvalorando el éxito de todos los demás. Solución; una doble vía. La primera y más importante, reconocer a todos los que trabajan en el colegio la consecución de los objetivos con una paga extra, pero lineal: la misma cantidad para el director que para el conserje; es una forma muy directa de incluir a todos en el proyecto. La segunda;  puesto que la carrera profesional en el sistema escolar es muy corta, y está muy limitada por la realidad (el profesor de infantil puede aspirar a ser el director de su etapa, y soñando mucho, a ser director del Colegio), debemos ir hacia la carrera profesional horizontal. es decir: que incrementarán su salario anual bruto por cada título o licenciatura que añadan a su formación; baremando desde el doctorado, bajando por la licenciatura, y por los masters, y acabando en cursos de más de 60 horas. Equipo, igualdad, equidad, reconocimiento, mejora constante de la formación del claustro, etc.

(Caben, y los conozco, muchos más matices. pero no pretendo dar el trabajo entero hecho a la mesa por el pacto nacional. ¡Qué se lo curren!!!!)

domingo, 6 de diciembre de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (6)

(...) Enumeraba algunos elementos importantes, objetivos hacia los  que podría evolucionar un niño. La libertad económica y moral, la virtud, la compasión y el altruismo, un trabajo satisfactorio mediante la aceptación de tareas exigentes, una red floreciente de relaciones personales, la conquista de la estima ajena, la consecución de un mayor sentido de la propia existencia y la posesión central en la vida de un pequeño número de relaciones trascendentes, todas ellas definidas por el amor.(...)

Estas líneas no provienen de un texto de pedagogía, sino de una novela -cuya referencia dejaré escrita en nota al final de esta entrada- que  entrecruza la situación vital de una mujer adulta y asuntos de su profesión. Con todo, son una líneas que podrían servir de guía a esa mesa  del pacto nacional por la educación. No es una definición de educación, ni siquiera -mucho menos- del sistema escolar. Son unas líneas que ayudan marcar fines a la educación y al sistema escolar; más, pretenden iluminar otra sociedad, en la que fuera posible que los niños pudieran aspirar a alcanzar los objetivos dejados caer por el novelista.

El trabajo de la mesa para ese pacto, que en periodo electoral parece haber desaparecido del mapa, es difuminar un sistema escolar que ayude a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes para que lleguen a una vida adulta con los mínimos -¿o máximos?- ingredientes que el escritor novela. Me parece evidente que en la sociedad en la que vivimos no pasaría de ser otra novela, porque en  nuestra sociedad el crecimiento económico, del que se espera que cure todos los males por el mero hecho de alcanzarlo, es indiscutible. Una sociedad compuesta por ciudadanos educados en el marco delimitado por el novelista, sería capaz de ver otras posibilidades.

(McEwan, Ian, La ley del menor, Anagrama, Barcelona, 2015, pág. 24)

domingo, 22 de noviembre de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (5)

Han dejado caer a través de lo micros que sería bueno ampliar la escolaridad obligatoria hasta los dieciocho años; es decir, hasta terminar segundo de bachillerato. Seguramente sería más efectivo ampliarla hasta los veinticinco, ¿no? A los que lo  han propuesto les convendría saber que en 1942 William Temple, arzobispo de Canterbury, en su libro Christianity and de Social order, también proponía esa misma edad para concluir la escolaridad obligatoria. Nadie le hizo caso. Si ya existen alumnos que se aburren desde los doce hasta los dieciséis, ¿quién conseguirá que sigan en las aulas hasta los dieciocho? Se argumenta, creo recordar, que es conveniente que los jóvenes concluyan la escolaridad con la titulación de secundaria superior. De acuerdo: ¿tendrán así más opciones de "empleabilidad? ¿Se pretende otro propósito?

En el primer trimestre de 2015 el tamaño de las empresas españolas era:


  • Más del 99 % son pymes (excluidas la pesca y la agricultura).
  • El 94 % son micropymes, con menos de 10 trabajadores.
  • El 5 % tiene entre 10 y 49 trabajadores.
  • El 0,7 % tiene entre 50 y 249 trabajadores.
  • Solo el 0,3 % son empresas medianas o grandes.
(Estos datos los transcribo del libro de un amigo, que los ha recogido de el periódico  El Mundo del 19 de abril de 2015).

Este es el mercado de trabajo al que pueden ir entrando cada mes de septiembre miles de titulados superiores (FP y Universidad). ¿Qué opciones le quedan a una persona con el titulo de graduado de secundaria, o con titulo de graduado en secundaria superior? ¿Qué niveles salariales puede ofrecer una pyme con 3 o 4 trabajadores? ¿O con 60?

En la mesa del pacto nacional por la educación lo tienen complicado (crudo), porque el sistema escolar nunca cambiará el mercado de trabajo. Deberían difuminar (ni siquiera dibujar), un sistema escolar muy abierto, con cientos (!) de opciones, y con la flexibilidad mínima para poder seguir los meandros del mercado de trabajo. Esta opción supone que el sistema escolar pierde una, por lo menos, de sus finalidades, que es cohesionar la vida nacional, y aceptar de plano que la finalidad del sistema es encajar a todos en el mercado de trabajo. Ironías: vivir los primeros dieciocho, o veintinueve, años de la vida estudiando y preparándose para poder incorporarse a la vida adulta, encajados en un sistema cerrado y muy regulado, para salir de él a otro sistema igual de cerrado y regulado: el mercado de trabajo. En esa mesa del pacto por la educación también deberían tener en cuenta que la liberalización del mercado de trabajo, más la presión del capital, está estrechando las vías de salida hacia la vida adulta. Cedo la libertad hasta los 18 o 29 años, viviendo en una especia de gineceo, para cederla al entrar en el mercado de trabajo. Lo tiene crudo en la mesa.

(Para enfocar el debate sobre el fin o los fines de la educación, del sistema escolar, ver la entrada de este blog del miércoles 24 de febrero de 2010, titulada: "Educación liberal: William Johnson".).

domingo, 4 de octubre de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (4)

En los los últimos diez años se han publicado decenas de libros y artículos sobre, no, más directo, contando "experiencias pedagógicas únicas", que se publicaban, cómo no, en septiembre y octubre, al comienzo de curso, rebuscando compradores y buscadores de "la solución". Sí, eran, y siguen siendo, únicas; incluso aunque, como ocurre hoy en día, algunas sean seguidas por miles de profesores y por centenares de miles de alumnos.

Ni el sistema escolar es necesariamente educativo, ni puede aportar por sí solo la solución a las cuestiones sociales más candentes -no sé si las más importantes-; menos aún si la solución se busca solo en el mundo de la pedagogía; incluso menos aún si se le encarga al sistema escolar solventar, aceptando un término abstracto, la empleabilidad -también se habla de la "centralidad" política, ¡toma ya!-, solventar, repito, la existencia de un alto porcentaje de paro laboral. No sirve solo la pedagogía, porque si fuera así, hace un centón de años que habrían sido resueltos todo los problemas de su actualidad y de la nuestra. No sirve solo la instrucción (por eso acepto la existencia del "sistema escolar" y niego que sea en modo alguno "educativo), porque cada uno y una de los alumnos (infantes, niños, adolescentes y jóvenes, y por ende, personas en crecimiento, sí, pero personas) tienen realidades diferentes, necesidades diferentes, sueñan con futuros diferentes. Salvo porque, al final, aceptan la prédica diaria de que deben estudiar para poder alcanzar un futuro en la sociedad de los adultos, a la que irremediablemente, aunque se resistan, llegarán. Es curioso que cuando se les argumenta con el "futuro", su futuro inmediato es el viernes y el sábado siguiente, o el examen del martes, y los adultos (profesores, padres y toda la sociedad, incluidas las personas que escriben o hablan en periódicos y emisoras) les hablan desde su presente, del que muchos reniegan, aunque solo internamente y nunca lo confiesen.

Tendremos que hacer un esfuerzo para que, sobre una mesa limpia de papeles y antecedentes, seamos capaces de encontrar una vida digna y útil para los infantes, los niños, los adolescentes y los jóvenes, para que cuando se encuentren fuera del gineceo, como Aquiles, hayan adquirido la capacidad de ser adultos a pesar de su diosa madre; siguiendo con el  símil, no todos se encontrarán con un Ulises que les busque y les arrastre a la batalla. El sistema escolar hoy vigente, que nace en Prusia para solventar cuestiones militares, que en la Revolución francesa se busca para cohesionar a la República como nación independiente, y que se expande después de la II Guerra Mundial, como ya adelanté en el número 3 de esta serie, buscando una vida mejor a través de la formación académica,  se apoya en una sociedad que hoy ya no existe; se ha transformado, o se ha renovado una vez más en la historia. La globalización, a pesar de las renuencias nacionales que hoy rebrotan, ha contribuido a plantear cohesiones sociales parciales para, en algún caso,  llegar a entidades nacionales, o más allá. Los ejércitos se han  profesionalizado, mecanizado e informatizado; no basta saber leer y escribir para ser soldado raso. La formación académica no garantiza, nunca lo ha hecho, una vida mejor; casi siempre se entiende "mejor" por "más dinero", más relevancia", y, en último caso, un escalón social más alto que el de los padres; la movilidad social, prometida si se sigue fielmente el "sistema escolar", siempre ha sido excepcional, nunca ha sido efectiva entre la mayoría de los "estudiantes".

La continuidad del sistema escolar vigente, teniendo en cuenta todos los retoques que se quieran hacer, no implica una finalidad digna y útil para el mismo. Hay que inventar, encontrar por pura suerte, una finalidad nueva, digna y útil que garantice la educación personal -sin estar al servicio de nada ni de nadie, ni siquiera del empleo laboral- de cada una de las personas. Se ha roto la realidad social de que la surgió la definición de educación de Durkheim que, hasta hace bien poco, he defendido como la mejor. Sí, fue la mejor para otra realidad social; ni el contenido de la trayectoria hasta la edad adulta, ni su finalidad (ocupar el puesto social asignado a cada uno) se sostienen hoy; los próceres de la sociedad se agarran al viejo sistema escolar, y lo retuercen de mil maneras, pero ese es un camino que no lleva a nada nuevo, y estamos asistiendo, ya hace años, al alumbramiento de un sociedad con entidad y finalidad nuevas, distintas, diferentes; no responder a estas interpelaciones de la realidad únicamente retrasará la muerte, agónica, por supuesto, del vigente sistema escolar. Lo más duro es que también se llevará consigo el sistema educativo que justificaba el sistema escolar.





viernes, 28 de agosto de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (3)

Sentados alrededor de una  mesa limpia, sin papeles ni libros, para hablar de lo que  cada uno de los presentes tiene en el poso de sus pensamientos sobre el sistema escolar, tras olvidar todo lo que debieron aprender. La mesa limpia es solo el símbolo de una negociación limpia y eutópica, con lenguaje unívoco y directo.

¿Por qué? Porque la realidad social, sobre la que se ha construido el sistema escolar en el último siglo y medio, ha cambiado radicalmente. Algunos datos, casi anécdotas, lo pueden mostrar. Hoy he conocido que en un colegio de Madrid se pide a las familias que los bollos que lleven las alumnas y alumnos para el recreo de media mañana, sean hechos en casa (¡no a la bollería industrial!); cuando arrecia el asesinato y el maltrato a las mujeres, todos se vuelven hacia el sistema escolar (¿por qué solo ha habido denuncias de pederastia a "monjes", y ninguna a "monjas"? ¿No se han dado casos de abusos de monjas a alumnos y a alumnas?); cuando los bancos estafan a sus clientes, la solución es que el sistema escolar enseñe economía para que los alumnos puedan defenderse de los bancos, en vez de perseguir a los bancos que estafan; cuando se detecta una carencia de solidaridad en la sociedad, debe ser el sistema escolar el que se subrogue en la tarea de transmitir ese valor, como si todos los profesores y profesoras fueran solidarios por definición, que no por vocación; cuando se detectan, a mansalva, casos de corrupción política y mercantil, debe ser el sistema escolar el que prevenga el futuro formando emprendedores honrados (¿todos los profesores y profesoras son honrados?); cuando el neoliberalismo campa a sus anchas, ningún político defiende  esos mismos principios para el sistema escolar, y lo acogotan con leyes restrictivas y con censuras; cuando los medios de comunicación social se saltan a la torera su propios principios de defensa de la infancia, es el sistema escolar el que debe enseñar esos infantes a decidir qué programas pueden ver; cunado...,cuando,...cuando,... El sistema escolar se convierte en el bálsamo de Fierabrás para curar todos los males y desviaciones de la sociedad. Así no se puede empezar una negociación para pactar un  sistema escolar para la próxima generación (defiende el texto de Ciudadanos escrito por la familia Punset); poco es poner las bases de una sola generación, ¿no?.

Estoy seguro, a estas alturas de mi vida, de que me equivoco todos los días, y recuerdo, con dolor, los errores que he cometido profesionalmente para no salirme del camino previsto para el sistema escolar, por miedo, pienso ahora,  a que me dejaran en la cuneta. He defendido desde al enseñanza programada hasta la enseñanza sin libros de texto; he defendido la libertad de los alumnos, cuando, a la vez, imponía restricciones de todo tipo a los profesores (no es posible educar en libertad si no me dejan ser libre); he defendido aulas con cuarenta alumnos cuando eran de cincuenta en la realidad, aulas con treinta alumnos cuando la realidad es que eran de cuarenta, aulas de veinticinco alumnos cuando eran de treinta; he defendido los desdobles de cada grupo, en vez de poner dos profesores en cada aula como se defiende ahora, ahora, cuando ya no puedo hacer nada; siempre he defendido la libertad de cátedra, y lo seguiré haciendo; he defendido la enseñanza de idiomas, desde un centro mínimo en Alicante, cuando solo existían Berlitz, Mangold, la Escuela "Central" de Idiomas y una escuela en la Universidad de Granada, y no conseguí, posteriormente, que mis alumnos de enseñanzas medias terminarán con dominio del inglés, y a duras penas el castellano. Tantas discusiones y batallas persiguiendo lo último que aparecía en primera página, que hoy me parecen inútiles, porque los verdaderos cambios se dan en la sociedad, y los profesores, inmersos en ella, provocan, sin pretenderlo casi, los cambios en el sistema escolar, por encima de las leyes, y más allá de esas mismas leyes.

El sistema escolar es un subsistema del sistema educativo, el cual, siguiendo la tradición académica comienza en el sistema familiar, prosigue con el sistema escolar y el sistema de amistadas y sociales, y concluye con el sistema laboral. Los dos párrafos anteriores me indican que ese sistema es lo que se ha roto, lo que ha cambiado. Siento la necesidad de encontrar otros fundamentos. Si Rousseau es el fundador del sistema educativo, volvamos a un preceptor para cada alumno; Voltaire se cachondeó de ese sistema educativo, y antes Montaigne, tras cursar con los jesuitas, fue educado en su castillo por preceptores. Creo, en una visión rápida, que fueron los liberales escoceses los que aplicaron al sistema escolar la economía de escala: es más barato, y eficaz defendieron, enseñar a treinta (ese fue el número de alumnos por aula que defendían) a la vez, que hacerlo de uno en uno.

Todo esto, y más, debería estar sobrevolando, si que constara su presencia,   la mesa de negociación de un pacto nacional para la educación. Seguiremos.

  

lunes, 24 de agosto de 2015

¿Pacto nacional por la educación? (2)

Una de las frases hechas que consumen diariamente todos los políticos -hacer pedagogía- da pie para poner una de la primeras habilidades que deben demostrar los negociadores: que utilicen correctamente el castellano. Nunca -y sé qué quieren decir- he entendido esta frase o giro. Casi seguro que que si dijeran que "quieren enseñar lo que quieren hacer" sería suficiente; sin embargo, "hacer pedagogía" debe parecerles más intelectual, más científico; para seguirles el juego, debe parecerle más "epatante".

No es un chiste rebuscado lo que he contado. ¿Qué pensará un niño de tres años cuando su madre le dice "tráeme el picoco"? No me cabe duda; pensará que su madre no sabe castellano, porque él sabe que se llama periódico, pero todavía no sabe articular todos esos sonidos correctamente y, consciente de que lo dice mal, utiliza el término "picoco". La cuestión no es baladí; a los niños les enseñamos dos lenguas castellanas cuando utilizamos sus expresiones; una la que ellos utilizan, y que los adultos les confirmamos, y otra la que hablamos los adultos cuando no nos dirigimos a ellos.  Como no son tontos, ni locos pequeños, aprenden el castellano correcto, hasta el punto de que son capaces de corregir a los adultos -en una devolución de la pelota correctora-, y más, son capaces de aprender las excepciones, por ejemplo: difícil en vez de difácil, que es el término obvio.

Es conveniente que los negociadores no se dediquen a hacer pedagogía, sino a enseñar a los que están sentados en la mesa de  negociación lo que piensan o defienden sin más melindres; que utilicen un castellano limpio y nítido, que no admita otros sentidos ni tergiversaciones. Porque si llaman "hacer pedagogía" a exponer sus ideas, cómo pueden escribir en un texto comprometedor que los profesores utilicen algún o algunos recursos y métodos pedagógicos. Algún domingo, espero, Grijelmo nos explicará esta historia de "hacer pedagogía".

Ya que hablamos de pedagogía, recuerdo dos anécdotas. Una de Owen, sociólogo inglés, al que preguntaron cuál era su teoría pedagógica, y respondió con una petición de fechas; y lo explicó, porque cuenco, dijo, no tenía hijos, tenía una, cuando tuve el primer hijo, tenía dos, cuando nación el segundo hijo, tenía tres. La segunda es de Piaget; al concluir una conferencia, uno de los asistentes le preguntó si podía confirmar que sus teorías eran verdad, se confirmaban en la realidad, y respondió: "pregúnteselo a los maestros".

Ambas anécdotas, cuya historicidad no puedo confirmar, "ponen en valor" -otro de los giros que los políticos usan con toda dignidad y seguros de que hablando así aparecen más intelectuales, más científicos, más sabios- otra de las "precondiciones" -para no sentirme por debajo de los políticos- que deberían cumplir los negociadores es conocer que teorías pedagógicas, métodos de enseñanza/aprendizaje y recursos metodológicos,  hay, ha habido, y aparecerán, muchas, cada una de ellas con el propósito de ser la mejor, la más eficaz. Sin ir más lejos; el informe PISA consigue puntuar el sistema escolar de muchos países; debería publicar también los diversos métodos pedagógicos que utilizan esos países; creo que no lo hacen, no lo pueden hacer, porque es imposible entrar en tantas aulas cuantas sean necesarias para llegar al denominador común de cada país.    

sábado, 15 de agosto de 2015

¿Pacto nacional por la educación?

Que exista una propuesta política para alcanzar un pacto nacional en educación (sistema escolar, para mi) me ha empujado a retomar el blog. Más aún; me ha empujado a abrir otro blog que, según las condiciones lingüísticas de blogger me ha obligado a utilizar la doble "ene" en vez de la "ñ"como en los albores del castellano, luego "mis suennos", porque la educación es bastante más que el simple sistema escolar. Podré soñar con alcanzar un pacto en el sistema escolar, porque no ha habido en la historia de España ninguno, nunca en la historia entera; conseguir el primero sería..."suennar".

Otra manera de ver el sistema escolar va más allá de la propuesta de Ciudadanos, elaborado por la familia Punset. Si la pretensión es un pacto de "todos", no está mal dejar encima de la mesa una propuesta; pero, a continuación hay que defender su eliminación. Si se pretende un pacto entre todos, o para todos, dejemos la mesa limpia de antecedentes; empecemos por acordar los fines, o el fin, del sistema escolar. La propuesta Punset-Ciudadanos asigna al sistema nacional de educación una doble función: cohesión  social y atención de la heterogeneidad. Lo de la cohesión social ya lo defendía Saint Simon, y no es fácil de deslindar de los flecos fascistas, no es fácil si además se acepta la multiculralidad; la atención  a la heterogeneidad (uso el término para abreviar el texto, porque no me gustaria caer en lo de la "centralidad") es, presumo, un poco más complejo que las líneas del documento que comento. La complejidad de un asunto no está reñida con la claridad, con la nitidez, y esta propuesta, en algunos momentos parece pretender dilucidar un aspecto con propuestas complejas que, además, requieren plazos largos de realización.

Como tengo entre manos el decimotercer "suenno", lo dejo por ahora, a la espera de respuestas de otros partidos. Es mucho que se haya lanzado la apuesta

miércoles, 14 de enero de 2015

Degradación en el Ministerio de Educación, Ciencia y Deportes.

¿Esa es la denominación correcta de este ministerio a día de hoy? Da lo mismo.

Degradación: Se decreta la degradación del tertuliano ascendido a ministro de Educación, a ministro de "Instrucción Pública", sin incluir las connotaciones militares, que corresponden a otro ministerio, pero es casi seguro que con las mismas intenciones.

Esta decisión tiene los mismos argumentos que los indultos a corruptos, los procesos a jueces que molestan, las dilaciones judiciales, las propuestas de los ministros de "Orden Público" (o sea, "Interior"; porque el orden exterior depende de otros), los enjuagues de la Agencia Tributaria,etc. Osease: por que mando.

(Este texto está amparado por la libertad de expresión, que, a veces, solo ampara a los ministros).