Una de las frases hechas que consumen diariamente todos los políticos -hacer pedagogía- da pie para poner una de la primeras habilidades que deben demostrar los negociadores: que utilicen correctamente el castellano. Nunca -y sé qué quieren decir- he entendido esta frase o giro. Casi seguro que que si dijeran que "quieren enseñar lo que quieren hacer" sería suficiente; sin embargo, "hacer pedagogía" debe parecerles más intelectual, más científico; para seguirles el juego, debe parecerle más "epatante".
No es un chiste rebuscado lo que he contado. ¿Qué pensará un niño de tres años cuando su madre le dice "tráeme el picoco"? No me cabe duda; pensará que su madre no sabe castellano, porque él sabe que se llama periódico, pero todavía no sabe articular todos esos sonidos correctamente y, consciente de que lo dice mal, utiliza el término "picoco". La cuestión no es baladí; a los niños les enseñamos dos lenguas castellanas cuando utilizamos sus expresiones; una la que ellos utilizan, y que los adultos les confirmamos, y otra la que hablamos los adultos cuando no nos dirigimos a ellos. Como no son tontos, ni locos pequeños, aprenden el castellano correcto, hasta el punto de que son capaces de corregir a los adultos -en una devolución de la pelota correctora-, y más, son capaces de aprender las excepciones, por ejemplo: difícil en vez de difácil, que es el término obvio.
Es conveniente que los negociadores no se dediquen a hacer pedagogía, sino a enseñar a los que están sentados en la mesa de negociación lo que piensan o defienden sin más melindres; que utilicen un castellano limpio y nítido, que no admita otros sentidos ni tergiversaciones. Porque si llaman "hacer pedagogía" a exponer sus ideas, cómo pueden escribir en un texto comprometedor que los profesores utilicen algún o algunos recursos y métodos pedagógicos. Algún domingo, espero, Grijelmo nos explicará esta historia de "hacer pedagogía".
Ya que hablamos de pedagogía, recuerdo dos anécdotas. Una de Owen, sociólogo inglés, al que preguntaron cuál era su teoría pedagógica, y respondió con una petición de fechas; y lo explicó, porque cuenco, dijo, no tenía hijos, tenía una, cuando tuve el primer hijo, tenía dos, cuando nación el segundo hijo, tenía tres. La segunda es de Piaget; al concluir una conferencia, uno de los asistentes le preguntó si podía confirmar que sus teorías eran verdad, se confirmaban en la realidad, y respondió: "pregúnteselo a los maestros".
Ambas anécdotas, cuya historicidad no puedo confirmar, "ponen en valor" -otro de los giros que los políticos usan con toda dignidad y seguros de que hablando así aparecen más intelectuales, más científicos, más sabios- otra de las "precondiciones" -para no sentirme por debajo de los políticos- que deberían cumplir los negociadores es conocer que teorías pedagógicas, métodos de enseñanza/aprendizaje y recursos metodológicos, hay, ha habido, y aparecerán, muchas, cada una de ellas con el propósito de ser la mejor, la más eficaz. Sin ir más lejos; el informe PISA consigue puntuar el sistema escolar de muchos países; debería publicar también los diversos métodos pedagógicos que utilizan esos países; creo que no lo hacen, no lo pueden hacer, porque es imposible entrar en tantas aulas cuantas sean necesarias para llegar al denominador común de cada país.
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