¿Sobre qué asuntos, temas, extremos, deben, o pueden, acordarse procesos comunes? ¿Cuántos procesos, para que pueda ser controlable el conjunto de los procesos y el conjunto de trabajo de cada profesor, y de todas las otras personas que trabajan en educación, en un colegio? ¿Bajo que sistema normativo? ¿Como se audita anualmente el funcionamiento de ese sistema de procesos? ¿Qué posibilita el disponer de este sistema de procesos que es auditado? ¿No es aceptar instrumentos diseñados para procesos industriales, y con calzador adaptarlos la enseñanza/educación? ¿No es derivar la actividad escolar hacia formas empresariales, no siendo un colegio una empresa, y menos todo el sistema escolar un holding empresarial?
Estas, y muchas más, se plantean cuando se entra en el camino de la organización de la actividad escolar, porque no creo que alguien dude de que debe estar organizada. La actividad escolar no debe renunciar al análisis permanente de la actividad realizada para intentar su mejora, y su mejor coordinación con la tarea realizada por otras personas en el mismo colegio; esto es , y no otra cosa, un sistema de calidad. Entre las otras preguntas resalta, por ejemplo, la libertad de cátedra; ¿el sistema de calidad no limita el ejercicio de la libertad de cátedra? Buena discusión, pero resumo, para poder seguir sin este escollo. Libertad de cátedra es, sobre todo, libertad del profesor, del catedrático, frente a los intentos de condicionar su programas y sus explicaciones desde la religión y desde la política; la gran defensa fue en el s,XIX español frente a la religión católica impuesta por los Obispos.
En el tramo educativo desde el que escribo, enseñanzas primaria y medias, hay un límite obvio: respeto a las personas menores que hay sentadas en mi clase, y por ello el profesor debe cuidad que los fundamentos de sus explicaciones sean los más solventes desde un punto de vista científico, en el momento concreto de la ciencia, y transmitir a sus alumnos, o llevarlos por la senda del conocimiento, los conocimientos más asentados en la ciencia. Porque esos menores no disponen, mayoritariamente, de elementos de confrontación ideológica o cognoscitiva suficientes para calibrar lo que están oyendo o aprendiendo, y posicionarlo entre lo cierto científicamente, o entre lo dudoso, o ente las últimas investigaciones.
Creo, sinceramente, que existe otra limitación, también a cargo de la minoría de edad de los alumnos. Breve y por directo; se puede y se debe hablar en las aulas de lo que todos conocemos a través de los medios de información: política, economía, sociología, derecho penal, etc; y el profesor deberá ser veraz y crítico. El límite será: no posicionarse personalmente, porque esta actitud, a veces castrante, garantiza la elección del alumno, y, en último término, respeta el derecho de los padres a educar a su hijo en temas ideológicos y religiosos, si es que el padre y la madre tienen ese derecho; y, personalmente, lo discuto, o cuando menos le impondría los mismos límites, o casi, que a las conductas del profesor.
En El primer hombre,Camus al hablar de las clases de su maestro, Mn. Germain, escribe:
En la clase del Sr. Germain, sentían por primera vez que existían y que eran objeto de la más alta consideración: se los juzgaba dignos de descubrir el mundo. Más aún, el maestro no se dedicaba solamente a enseñarles lo que le pagaban para que enseñara: los acogía con simplicidad en su vida personal, la vivía con ellos contándoles su infancia y la historia de otros niños que había conocido, les exponía sus propios puntos de vista, no sus ideas, pues siendo, por ejemplo, anticlerical como muchos de sus colegas, nunca decía en clase una sola palabra contra la religión ni contra nada de lo que podía ser objeto de una elección o de una convicción, y en cambio condenaba con la mayor energía lo que no admitía discusión: el robo, la delación, la indelicadeza, la suciedad.
Pero, sobre todo, les hablaba de la guerra, todavía muy cercana, y que había hecho durante cuatro años, de los padecimientos de los soldados, de su coraje, de su paciencia y de la felicidad del armisticio.
Dicho algo sobre la famosa libertad de cátedra en este país, restan todas las preguntas del principio. ¿Qué pinta un sistema de calidad en un colegio? Según muchos, nada. Pero la realidad suele ser tozuda, y ya se están certificando centros de empleo y demás opciones que esta sociedad ha planteado para personas con discapacidad intelectual, y funciona; y mejora el funcionamiento de ese centro. Un colegio sí es una empresa, siempre y cuando no identifiquemos empresa sólo con la obtención de beneficios económicos y financieros; empresa es la reunión de un grupo de personas que pretenden un mismo fin/objetivos. Emprendedor, ya que desde la política piden a gritos que broten, como por ensalmo, muchos emprendedores para sacar del pozo de la crisis económica y, sobre todo, emprendedores que den trabajo a los parados. Alguien que ponga en marcha un colegio, crea puestos de trabajo, ¿o no? Argumento zanjado, ¿o es necesario seguir?
Otro asunto es saber, o dilucidar, si son traspasables a la gestión económica, financiera, pedagógica, organizativa, etc. de un colegio, las técnicas (¡así llamadas!) de gestión de una empresa que quiere el máximo beneficio al menos coste posible. Pues no; porque esas técnicas de gestión empresarial, por muchos paracaídas éticos que dicen que tienen o que han comprado, no tienen por guía la ética, y un colegio o tiene esa guía, o no es colegio. Luego, hay que adaptarlas a la realidad colegio: enseñanza/educación.
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