Hace tiempo que resuenan los
anuncios de una, u otra, reforma escolar; del sistema escolar, podemos convenir;
quizás estemos de acuerdo también en que es un asunto siempre encima de la mesa: hay que reformar la
escuela.
Si de crónica se trata, habrá que relatar
los hechos uno detrás de otro, ajustando el relato a los tiempos. Si de crónica
se trata, la cronología es importante. Podemos poner una fecha de salida,
aunque sea arbitraria, como casi todas las fechas de salida, en el sábado 29 de
octubre de 2016; el candidato a presidente del Gobierno de España, y auctor de la LOMCE (ley Wert) en su
primera etapa de gobierno, cede a la oposición que debe dejarle gobernar, la
invalidez académica de las reválidas. No deja de tener su busilis que una reválida nazca inválida.¿Se supone que tendrán valor evaluador
del “sistema” que las ampara? Si caen las reválidas, ¿pueden caer, o ser
modificados, otros hitos de la LOMCE? ¿Puede ser derogada, tal como pactó la
oposición en el Congreso?
Estamos, por tanto, ante “otra” reforma
del “sistema educativo” y, como todas, anunciada. ¿Será solo una más? Todas las
que conozco han prometido ser la última;
aunque todas dejan de ser la última, casi, casi, en el momento de ser
aprobadas, porque en ese mismo momento, e incluso antes, vuelve a ponerse encima de la mesa una nueva
propuesta –no, apuesta- de reforma, fundamentada siempre en el desacuerdo con la
aprobada.
(Post scriptum: con muchas dudas, porque no sé si podré soportar el
viaje de “otra” reforma escolar, he titulado este texto como (I). En vez de
crónica, se puede quedar en gacetilla. Ya veremos).
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